lunes, 29 de noviembre de 2010

Incoherencias: Amistad

Es una constante en mí o una maldición quizá, que siempre termino enemistado, peleado, liado, emperifollado de insultos y rejodido con mis amigos cercanísimos. Léase los íntimos o el también huachafísimo best friends.

Me ha pasado en la mayoría de colegios en los que he estado, que no han sido pocos; en la primera Universidad a la cual pertenecí; y, naturalmente, en la actual Universidad en la que estoy matriculado. ¿Es acaso más fuerte mi misantropía revestida de sorna recalcitrante la que corroe a mi instinto gregario y no lo deja fluir libremente?  ¿Es acaso la necesidad vitanda de destruir lo que mueve a que mis relaciones interpersonales tiendan siempre al fracaso? ¿O es que los egos perversos que en mí habitan tienden, en algún momento, a incompatibilizar con el otro y crean un campo de rechazo que no queda sino la mera destrucción?

Siempre he huido de la masa, las religiones, la música popular, la televisión, entre otras taras. He mirado desde un sesgo elitista a la otredad circundante. He odiado a destajo al otro que, perceptiblemente, es superior a mí. Nunca creí en el amor ni en la familia. Me ha molestado sobremanera la forma en la que se conducen muchos: la vulgar. Sin embargo, en un solipsismo colapsado, más bien destruido por diversos factores, caí. 

Caí, pues,  en el marasmo de la mímesis. Y una vez embarrado en el miasma que es el convivir o más bien el sobrevivir con la otredad por mímesis, me deformé. Yerro y yerro. El círculo eterno que envuelve capas y capas de heno, freno del equilibrio que debe existir en el humano deseo de saberse ¿querido? ¿Una aceptación vacía con otros que nada importan? ¿Un desentenderse siempre y, para colmo de la engañifa, desquererse para querer al otro? 

Hoy quiero pensar que no, que el problema no soy yo, mi ego, sino, sartreanamente, los otros.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Histérica


Histérica

La estentórea voz clama la salvación
por lo difícil que le resulta morir
por los dolores que le causa pensar
por lo inútil que es ya (mentir).


Y grita interminables salmos y blasfemias
Reclama al Señor y al dios de Israel.
Y el espejo le devuelve a Flavros
a Astaroth, a Malphas,
no a sí.

Maldice las facticias imágenes… ¿ha sido así de fútil todo esto? …que se ha ido construyendo
¿En los estertores, sin Adramelech ni Conselheiro, todo es infértil?
Intenta, por fin, despintar el rostro mil veces maniqueo

El espejo le devuelve a un Minos acabado
a un acuchillado retrato londinense
a un viejo tísico que quiere ser uno con la Negra Noche
y que imposibilitado
chilla,
pide,
reza,
maldice,
se redime,
se condena,
a él.