jueves, 2 de diciembre de 2010

El terrorista y la chica bombón

IV

–Me has copiado, cabrón. –Digo y, rápidamente, inquiero a Bobadilla–. 

La chica bombón se quedó perpleja. Vaya, Magallán, hasta que al fin se lo dijiste. Como siempre se te hacía así… 

Bobadilla quiso responder con algo retórico, abracadabrantemente intelectual. Yapítero paró la oreja, cuatro chicas de lingüística aspiraron sus quejidos y Diana Torres estiró los dedos de la mano derecha y todas sus yemas fueron al dedo pulgar, lo hacía constantemente.

–Cómo vas a ponerle Los perros de la vanidad, cabronazo. –Le atajé–. Los hijos de la vanidad lo escribí en Alaska, cuando me fui en la valija de La Loca d’Arte.

Alfredo Vargas Echenique protestó desde lo más hondo del salón. Ana Marina d’Arte me reclamó lo de “La Loca” y la chica bombón se levantó al fin:

–Y no solo has copiado un cuento de Empa sino un post y catorce poemas y un blasón desesperado míos. Ah… sí, y has modificados trece cuentos de mi autoría, sin mi permiso. 
 
Con su verborrea conocida y su seguridad desafiante, como de profesor de colegio estatal o en su defecto del Leoncio Prado, a Arturo Bobadilla no le quedó más que el cinismo:

–Pero, ¿de qué plagio hablas, buen Magallanes? He mejorado considerable el cuento. Ahora no solo está bien escrito sino que es sólido: Ya no hay Pedros Orésteguis ni Florentinos Urdanivias, ahora hay gente autorizada, muerta, que habla de la vida y de las drogas, hombre.

–¡Se apellida Magallán, no Magallanes! –Gritó María Claudia Sánchez desde los brazos de Carlo Sar.

–¿De qué solidez hablas, gentilhombre? –Irrumpió de pronto Matutino Ruiz con libro en mano–. No eres más que un solipsista.

Todos nos sorprendimos, hasta Arturo Bobadilla, su némesis. Hacía tiempo que no se le veía por la Universidad. Pensábamos que había caído preso…
Bobadilla y Ruiz, se parecían físicamente, algunos decían que eran hermanos, pero, imposible, hombre, Matutino aún no había caído a eso que alguna vez un blogger llamó el marasmo de la mímesis y la chica bombón se preguntó : ¿se acabó?

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